Historia y evolución de la impresión
Cómo imprenta con larga trayectoria en el mundo de la impresión, queremos hacer un pequeño artículo recorriendo la historia de la impresión a lo largo de la historia y así ver cómo ha ido cambiando el proceso de copiar documentos a lo largo de la historia.
Imprenta y el copiado a mano
Antes de que existiera ninguna máquina mecánica que produjese textos en grandes cantidades, las copias de libros y documentos se debían hacer todas a mano. La creación de textos era controlada de manera total por la Iglesia y el poder feudal, restringiendo así la difusión del conocimiento.
Mientras que en China ya hay muestras datadas en el S.XXI sobre un primer sistema de impresión sobre papel de arroz, en Europa no fue hasta 1440 cuando se empezó a buscar una solución mecánica a este problema.
Durante el S. XV el desarrollo de la burguesía y su ansia cultural desembocaron en la búsqueda de una manera mecánica para la reproducción de textos. De este modo en el año 1450 Johannes Gutenberg presentó el primer sistema de la imprenta.
Los textos empezaron a ser producidos en grandes cantidades gracias a los caracteres de metal que eran maquetados uno a uno en grandes planchas. A lo largo de los siguientes cuatro siglos ese fue el sistema que imperó, no realmente productivo en tiempo pero sí a nivel social.
Poco a poco la productividad de la imprenta fue incrementándose, mejoras que se siguen produciendo a día de hoy. De hecho, si en 2010 eran necesarios 6 minutos para sustituir una de las planchas sobre las que imprimir, ahora solo son necesarios 90 segundos.
Por otro lado, la implantación de la imprenta supuso muchos avances sociales, entre los que destacan:
- Difusión y reproducción de documentos más allá del ámbito religioso
- Aumento del nivel de alfabetización entre la población
- Incremento del contenido escrito contra los poderes absolutos de la monarquía y la Iglesia
Máquina de escribir, la productividad en la oficina
Aunque la imprenta permitiera reproducir gran cantidad de textos, estos tenían que ser escritos previamente a mano, lo cual seguía ralentizando enormemente la tarea. Poco a poco los empleos de oficina se fueron haciendo más populares, por lo que la necesidad de desarrollar un método con el que escribir de manera mecánica y con mayor velocidad se fue imponiendo.
En 1714 la reina Ana de Inglaterra concedió la primera patente a Henry Mill por el diseño de su máquina de escribir, aunque el aparato estaba muy lejos de ser práctico. Por ello a lo largo de los años se produjo una sucesión de patentes, una tras otra, entre las que destacan la de William Austin Burt en 1829 o la del francés Xavier Progin en 1833.
La invención de este último francés fue la primera en incorporar aspectos tan comunes en los teclados a día de hoy, como el hecho de separar cada letra o símbolo en palancas diferentes que son accionadas por separado.
Le siguieron sucediendo máquinas y nuevos inventos, pero la que finalmente consiguió imponerse fue la famosa máquina de escribir Remington, ideada por los estadounidenses Sholes y Glidden.
Esta máquina, aunque consiguiera asentarse como la máquina de escribir oficial también fue mejorando con los años. De hecho como dato curioso, al principio esta máquina sólo permitía escribir en mayúsculas, siendo en 1878 cuando se incorporó también la opción de escribir con letras minúsculas.
Con el paso de siglo y la incorporación de la electricidad, este aparato de uso cotidiano en tantas oficinas alrededor del mundo, también sufrió una adaptación eléctrica. Fue en 1925 el año en el que oficialmente fueron presentadas, y su implantación y desarrollo se debe en gran medida a la labor de la International Business Machines Corporation (IBM) en ese campo.
Obviamente, la incorporación de electricidad a la máquina de escribir supuso grandes diferencias y mejoras con la versión manual, entre las que destacan:
- Inclusión del rodillo que desplaza a la derecha de manera automática
- La presión a ejercer sobre las teclas era menor, lo que permitía escribir de una manera mucho más ágil y rápida.
- La impresión del documento es mucho más uniforme, ya que la presión ejercida para escribir es la misma en cada letra.
La impresora, reproducción de textos desde casa
El siguiente y último invento al que queremos dedicar este artículo, hablando de la historia de la impresión y reproducción de textos, es la impresora. A día de hoy todos estamos familiarizados con el uso del ordenador e impresoras, pero esta máquina facilitó enormemente la reproducción de papeles de oficina en masa.
La imprenta fue concebida con un carácter mucho más cultural y mercantil, pensando en grandes tiradas de periódicos, revistas o libros. Sin embargo, la impresora permitió que documentos de uso diario como plantilla de informes o copias de documentos oficiales fuera reproducidos desde la independencia de las grandes oficinas sin necesidad de contar con una imprenta.
La impresora, al igual que la primera computadora, debe su origen a Charles Babbage, que aunque murió antes de ver la primera impresora funcionando, hizo posible su fabricación gracias a sus planos.
La primera impresora data de 1938, fruto de Chester Carlson. Tras este primer diseño del estadounidense, la impresora fue incluyendo mejora tras mejoras:
- La impresora de gran velocidad fue lanzada en 1953, que permitía imprimir 600 líneas de texto por minuto.
- En 1968 Shinshu Seiki presenta la primera impresora en tamaño mini
- La tecnología láser fue incluyéndose poco a poco, y en 1999 llegó la primera impresora láser personal
Esta tecnología láser es la que se emplea a día de hoy para pequeñas tiradas de impresión, mientras que para grandes encargos se sigue empleando la imprenta. De este modo, la tecnología de impresión original de combina con la actual.
Esperamos que hayáis disfrutado con este artículo que resume en grandes líneas la evolución en las máquinas destinadas a la reproducción de textos, y así poder apreciar el largo camino que llevamos recorrido hasta día de hoy.
La difusión cultural y el nivel de alfabetización con los que contamos a día de hoy nunca hubieran sido posibles sin las mejoras en productividad que estos inventos permitieron. Por otro lado, la estandarización de procesos y el abaratamiento de materias primas han permitido que pequeños artistas o empresas puedan imprimir sus obras y catálogos a pequeños coste, lo que permite seguir creciendo y acercando la cultura.