Clasificación histórica de tipografías
En varias ocasiones te hemos comentado los diversos tipos de tipografías que existen, especialmente por una cuestión ciertamente fundamental: su selección es uno de los grandes olvidados a la hora de plantearnos el diseño/maquetación de una revista. A pesar de que, claro está, se convierte en un elemento cuya selección puede ayudarnos o no a que nuestra publicación tenga éxito.
Esto es debido a que para la elección de una determinada tipografía no solo es necesario tener en cuenta la imagen de nuestra marca y el diseño escogido para la propia revista. También es fundamental tener presente si nos encontraremos edición tras edición ante textos largos, o bien de pequeño tamaño.
Precisamente como te indicábamos en nuestra nota sobre las tipografías por forma, fundamentalmente existen dos clasificaciones básicas de los diferentes tipos de tipografías que existen: o bien por su forma, o bien a partir de su origen. Hoy nos hacemos eco de esta última.
La clasificación de tipografías según su origen histórico
Los primeros tipos móviles fueron creados por Johannes Gutenberg, quien imitó la escritura manuscrita medieval. De ahí que las primeras tipografías que comenzaron a fundirse fueran la fraktur en Alemania (letra gótica) y la veneciana en Italia:
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Veneciano (o humanístico): son los primeros tipos de letras creadas en Italia poco tiempo después de inventarse la imprenta. Imitaban la caligrafía de la época.
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Romanos (o antiguos): son los empleados por Aldo Manucio en su imprenta a partir de 1495 en Venecia. Son más refinados, aunque tienen una gran influencia caligráfica.
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Reales (o de transición): pertenecen al siglo XVII, concretamente a la primera Revolución Industrial que tuvo lugar en Inglaterra. Su principal característica es que en una misma línea entran varios caracteres, las minúsculas son más altas y el ápice posee forma de gota.
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Egipcios: son tipografías de grandes remates, que los exageran hasta tal punto que se caracterizan por sus rasgos achatados y estructura monolineal.
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Modernos: son las creadas por Firmín Didot en 1784, las cuales poseían un contraste entre los trazos, con una profunda modulación y unos remates nítidos. Fueron empleadas hasta comienzos del siglo XIX.
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Sans serif (o palo seco): no disponen de remates o serifas (pequeñas líneas que encontramos en las terminaciones de las letras).